desbloqueo la pantalla del móvil y abro township para cosechar el trigo que cultivé hace un par de horas. lo cierro y abro tinder para recolectar los matches que me estuve granjeando anoche antes de irme a la cama. la ironía no pasa desapercibida, y siendo sincera la recibo con bastante espanto.
sí, claro que tengo un perfil activo en tinder. no, claro que no siempre ha estado activo, instalo y desinstalo la aplicación cada cierto tiempo, ¿por quién me tomas? no, la verdad es que aún no he tenido ninguna cita. ya, yo tampoco sé qué hago en tinder.
esta es una carta que me abochorna escribir. no porque crea que estoy sola en el abrumador mundo de tinder, sino porque parece que nos hemos puesto de acuerdo para hablar del tema sólo en petit comité. así que me siento un poco como si todas lavaseis la ropa interior en casa y secaseis cada braguita con cuidado encerradas en el baño con la ayuda de un secador silencioso, mientras yo me dispongo a frotarlas en la fuente de la plaza mayor del pueblo para después dejarlas allí, colgadas al sol. por no hablar de que este blog lo lee mi madre.
pero evitar escribir sobre el tema no me va a ayudar a atravesar las oleadas de ansiedad que me produce el simple hecho de pensar en tener una cita. por eso he decidido que voy a hundirme en el barro. por mí y por todas mis compañeras, supongo.
lo primero que te preguntarás es qué hago en tinder. esta es una de las preguntas más difíciles de responder, y sin embargo creo que deberían hacérsela a todos los usuarios de la aplicación como requisito indispensable para abrir un perfil de citas: ¿por qué estás descargando tinder?, ¿otra vez?, ¿sabes acaso lo que quieres?, ¿ahora sí?, ¿serías capaz de ponerlo por escrito y hacerlo público para toda la gente que se va a pasear por aquí?, ¿en menos de 500 caracteres?
a diferencia de otras muchas veces en el pasado, esta vez sí tengo claro por qué estoy tinder. la respuesta es dura pero sencilla: deberes de terapia. sí señora, mi psicóloga y yo hemos decidido (ella ha decidido) que ya es momento de empezar a exponerse. ya sabes, a la posibilidad de rechazo, de abandono, de fracaso, y de todas esas cosas horribles que pueden ocurrir cuando te demuestras humana y vulnerable ante un otro que no conoces de nada. sobre todo en un contexto de cita.
quiero decir, no me ha obligado a descargar tinder, claro. pero ¿qué otra opción tenía? ya no tengo 20 años, la oportunidad de conocer al amor de mi vida en la universidad ha pasado, los años de desenfreno erasmus en nosequé capital europea quedan demasiado lejos, y por lo que sea ya no frecuento tantas discotecas. a mi edad, los canallitas que antes nos parecían prometedores ya se han demostrado lo contrario y el resto están casados o en vías de adoptar un cachorro para dos.
así que allá fui, de cabeza a peinar mi galería en busca de 9 fotos en las que estuviera sola, se me viera la cara, mona pero natural, divertida incluso, en distintos contextos, ¿mientras practico un hobby?, alguna con nala, más o menos acordes con la estación del año, donde se intuya que no mido 1.67m ni peso 58kg, y que desprenda vibras de chica modernita y cultureta que podría tener un blog. después empezaron los juegos del hambre.
no quiero de ninguna manera que parezca que odio a los chicos de tinder. porque lo que de verdad odio es a los chicos de tinder que odian a las chicas de tinder. si habéis dado un paseo por la app sabréis a qué perfil me refiero — podemos llamarlos los swipe left. esos con biografías pasivo-agresivas, condescendientes y cargadas de resentimiento que están tan hartos como tú del sinfín de swipes y de que nadie muestre un mínimo de interés: si quieres saber más, pregunta.
empatizo con vosotros, claro que sí. también estoy cansada de chats infinitos que se asemejan más a una entrevista de trabajo que a un coqueteo (¿estamos dinamitando la oportunidad para la seducción?). pero por ahí sí que no paso: no me puedo dejar interpelar por alguien que estaría dispuesto a llegar a las manos en una pelea con lo abstracto.
la cuestión es que no ha pasado más de un mes y ya estoy exhausta. no puedo con más tíos sin camiseta haciéndose fotos en el espejo con una gran pasión por la escalada y que han hecho voluntariado con niños en áfrica. no puedo con más agnósticos apolíticos de 38 años que no saben si quieren ser padres y que este año tienen muchas ganas de visitar japón. a estos otros podemos llamarlos tinder estándar — “ese es brad pitt, yo soy francisco”, “les diremos a nuestros hijos que nos conocimos en un bar”, “conozco el mejor sitio de la ciudad para comer croquetas”, “17 países visitados y sumando”.
por no hablar de los que mienten con la edad (29 años cotizados tienes, antonio), los que tienen complejo de marian rojas estapé (“no sabía que ponerme y me puse feliz”, “sólo gente que sume”, “si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo”), los que tienen pinta de tener una foto suya de fondo de pantalla, y los que están seguros de que te harán reír. me despierta admiración e inquietud a partes iguales la autoestima de estos últimos: “te aseguro que te reirás”, “no van a faltar las risas”, “soy un payaso”. ya no sé si es peor eso o que simplemente no tengan bio (chicos, tener bio es sexy).
a menudo pienso que debí rendirme el día en que casi doy like por error a aquel chaval que posaba con ayuso de forma claramente no irónica. o este mismo fin de semana, cuando me encontré con que diez matches simultáneos habían orquestado una campaña de vacío contra mí: juro que tomé la iniciativa de abrir conversación a cada uno de ellos y no recibí una sola respuesta.
dicho esto, yo también dejo muchísimo que desear como chica tinder, y me avergüenzo de mis propios clichés (ojalá un universo paralelo donde un chico tinder esté escribiendo sobre mí en su blog): haría swipe left a tu perfil dependiendo de tu signo del zodiaco (sólo si eres leo), si tienes un perro que me parece que le podría dar miedo a nala, o si tienes gatos (porque soy alérgica, y toda excusa es buena para no intentarlo). sí, soy de las que sale corriendo si me pides una cita inmediatamente. y sí, también huyo si me la pides después de unos cuantos días chateando, aunque de forma un poco más elaborada.
además, no creo que mi problema sea simplemente la ansiedad por la cita. siento un poco como si mi primera cita tuviera que ser también la última y definitiva y tuviera que elegirla con mucho cuidado. y por qué no decirlo, no me termino de fiar de mi propio criterio. y es que, por explicarlo de forma muy resumida, sólo me vuelven loca los hipsters venidos a menos que tienen a kerouac en la mesilla y estarían dispuestos a morir solos en alaska por seguir las enseñanzas de jack london.
con todo, te preguntarás por qué no me desinstalo tinder de una vez por todas. por qué sigo ahí, al pie del cañón. dedicando tiempo y energía a analizar un catálogo espeluznante de futuras promesas del que yo misma formo parte. aprovechando para alimentar una lista de spotify a la que he llamado my kind of tinder guy con las canciones favoritas de sus perfiles.
yo también me lo pregunto. creo que en algún lugar aún albergo la esperanza tímida de llegar algún día a hacer match con un chiquillo que escuche a aiko el grupo, lea a sally rooney y esté soltero por circunstancias que no tienen nada que ver con su capacidad para dar o recibir amor (ni con su masculinidad, por supuesto). y también que no es fácil desintoxicarse del rush de adrenalina que viene con cada match.
de momento, lo único que tengo claro es que voy a faltar al compromiso con mi psicóloga de tener una cita antes de nuestra próxima sesión (porque no hay forma humana de que yo vaya a resolver este enredo antes de mañana a las seis de la tarde si no lo he hecho en las últimas tres semanas). pero mira, estoy decidida a darle otra oportunidad. es esto o el speed dating, que es mucho más caro e intuyo que bastante más guiri-oriented.
solo espero que cuando llegue el gran día yo esté preparada para arreglarme, salir de casa en dirección a algún bar de confianza, esperar fuera fingiendo que miro distraídamente el móvil mientras intuyo por el rabillo del ojo que se me acerca alguien que podría cuadrarme con sus fotos de perfil, saludarlo torpemente, tomarme una o dos cervezas mientras charlo con más o menos naturalidad, decidir quién paga la ronda, despedirme con más torpeza si cabe. y salir viva de todo eso.
Amiga no estás sola, gracias por tender las bragas en medio de la plaza. Tinder se ha convertido la supuesta solución si no tienes entornos donde conocer gente nueva, pero es un lugar cada vez más gamificado donde la gente quiere hablar menos y tiene las exigencias más altas; "si me vas a escribir un hola qué tal? Ni te molestes" chico no sé ni quién eres y esto es un chat, la originalidad esta limitada. Creo que nos hace menos daño imaginar que de la nada conoceremos a alguien que la falsa esperanza que da Tinder. Abracito en la distancia 💕
Mi prima iba a escribir un libro con el título “Las 100 citas de tinder de mi prima L”, pero llegó la pandemia, y se quedó en proyecto.
Ahora tanto ella como yo hemos conocido a dos respectivos muchachos (quizás no lean a Sally Rooney, pero sí leen y mucho) con los que vivimos y todo. Nuestro truco: poner una “prueba” en la bio/fotos. Yo lo hice con un cuadro y ella con un libro.
Me explico: yo puse un cuadro en una foto, y en la bio “¿adivinas de quién es el cuadro, y donde lo descubrí?” Y ella, la foto de una página y “si me dices de quién es la cita, te invito a una cerveza”, o algo así. Claro, ahora con Google Lens y chat gpt es más difícil saber cómo lo han descubierto… Para mí fue divertido ver cómo responde cada cual, más allá de que conocieran la obra o no.
Puede ser una buena manera de romper el hielo y conocer cómo se manejan en el arte del coqueteo. A nosotras nos funcionó, deseando saber cómo continúa tu historia en la app y la vida real. 💘