hace cuatro años que no estás, así que hoy me he sentado a intentar escribir sobre la última vez que te vi y la última que hablé contigo, sin mucho éxito.
guardo los dos recuerdos, pero me cuesta ordenarlos y elaborarlos y darles un sentido. son como imágenes de una película que alguien que conozco bien protagoniza pero que no me terminan de pertenecer. así que simplemente voy a ir poniendo una palabra detrás de otra mientras contemplo atenta a dónde me llevan:
en el primer recuerdo estoy en valladolid, saliendo de una habitación del hospital. me giro y te veo sentado en la cama. nos vemos en salamanca, te digo. sonríes y agitas la mano en un adiós.
en el segundo recuerdo estoy en lisboa, sentada en las escaleras de la puerta de mi oficina. escucho una nota de voz en la que me cuentas que no puedes escribir porque te tiemblan las manos, que habéis llegado a salamanca y que estás contento porque en la habitación del hospital hay un sofá cama que parece cómodo para que mamá y papá puedan pasar las noches.
al día siguiente de eso me despierto de un susto porque suena el timbre de casa. yo he trabajado hasta tarde y estoy cansada, así que espero a que alguien más se levante a responder. cuando lo hacen, me parece escuchar la voz de mamá y papá. en lisboa. no tiene sentido que estén aquí, deberían estar en salamanca, contigo.
cuando abren la puerta de mi habitación yo ya he entendido todo y estoy llorando, ahogada, a oscuras sentada en la cama. mamá se sienta conmigo. papá abre la mano y me extiende una pastilla de algo que alcanzo a rechazar. ninguno de los tres dice nada.
podría parecer que te traigo estos recuerdos como algo triste y feo, pero cuando yo los revivo me siento querida y amparada: que mamá y papá condujeran toda la noche para venir a sostenerme es el gesto de amor más puro y desinteresado que nunca nadie ha hecho por mi, y la forma en la que aspiro a querer alguna vez en la vida.
después de tu funeral tampoco me dejaron sola, nos fuimos juntos a recorrer el norte de españa y después atravesamos portugal. condujimos y caminamos y comimos y fuimos a ver el mar. incluso conseguí meter a mamá en algún que otro hostel, imagina. y que me compraran un gallo de barcelos que conservo como un tótem en mi mesilla de noche.
fue un viaje de duelo y de búsqueda, y supongo que desde entonces todos lo han sido.
siempre faltas, pero siempre estás.






“Siempre faltas, pero siempre estás”. Es así, tal cuál, como se siente.
Un abrazo.
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